martes, 2 de agosto de 2022

Los límites entre el terror y la ciencia ficción

 




Intentaremos describir las características en común entre el terror (gótico, horror o siniestro) y la ciencia ficción. 
Encontrarán en "Terror en la literatura/Libros extraños/Cine/Series/Juegos/Música" un interesante recorrido sobre este estilo narrativo desde el mundo de los griegos hasta la actualidad (los primeros 10')  pulse aquí y luego, sólo para quienes deseen seguir investigando sobre el tema, aparecen algunos libros y filmes sugeridos para aquéllos apasionados de esta especie literaria si es que en algún momento de vuestros recorridos literarios quisieran leerlos o verlos.


El terror y ciencia ficción: la última frontera 
por Jaume Vicent 28 noviembre, 2019
Jaume Vicent es un escritor y bloguero, dueño y señor de uno de los grandes reductos para el terror en castellano: Excentrya. Ha escrito numerosos relatos (la mayoría de ellos disponibles en la página de la Editorial Pulpture).

    Terror y ciencia ficción son dos géneros que convergen y que se camuflan con mucha facilidad. Los elementos que deberían diferenciar a cada uno, cambian de bando y lo que en una historia de terror puede resultar terrible, es usado en las de ciencia ficción como un elemento más dentro de la historia.
    Por  ejemplo, Frankenstein o el Moderno Prometeo es considerado por todos como uno de los exponentes clásicos del terror, sin embargo, para mí es el primer libro de ciencia ficción especulativa de la historia. ¿Por qué? Porque Mary Shelley trabaja sobre la idea de que la ciencia es capaz de recuperar un ser humano de lo muerte a través de una ciencia que en aquella época era experimental, el galvanismo. Una ciencia que mezcla terror y ciencia ficción (que ella misma acababa de crear).
Frankenstein terror y ciencia ficción
Consideramos terror a toda obra que se basa en el miedo como elemento central de la trama, mientras que la ciencia ficción trata de especular sobre el futuro, el espacio y lo todo lo que contiene o sobre elementos extraños, realidades paralelas, futuros distópicos. 
En Frankenstein tenemos el primer ejemplo de esto. La novela no habla sobre el miedo que el monstruo provoca en los habitantes de Ginebra, tampoco sobre sus asesinatos. Todo esto no es más que una consecuencia directa de los actos del doctor Frankenstein. La novela trata de las implicaciones morales y éticas de los experimentos de doctor Frankenstein.
En este sentido, el cine ha dado buena cuenta de este mito moderno. Terminator, por ejemplo, no es tan diferente de Frankenstein. Una forma de vida creada por el hombre trata de destruirnos y nosotros, desesperados y diezmados, luchamos por sobreponernos y ganar la batalla o perder. Todo por jugar a ser Dios. Antes eran cadáveres resucitados mediante galvanismo, hoy sabemos que eso no es posible, pero tememos que las Inteligencias Artificiales puedan desarrollar una conciencia propia.
    A partir de Frankenstein la ciencia ficción y el terror siempre fueron de la mano. Desde el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde  hasta las modernas películas y videojuegos. Los dos géneros han estado condenados a entenderse y, por suerte, lo han hecho de maravilla.
   También  H.G Wells en su obra La Guerra de los Mundos es otro ejemplo genial de lo que sucede cuando se unen terror y ciencia ficción. Aunque en este caso la obra está considerada también solo como ciencia ficción, la realidad es que podemos incluirla dentro de ese abanico de obras sin una frontera definida. Un director de cine con un sentido del humor macabro dio vida a la obra a través de la radio y logró que una nación entera creyera que los marcianos habían aterrizado en la tierra y que la estaban invadiendo. Aquel programa provocó un verdadero caos en la deprimida sociedad americana de finales de los 30. La gente llegó a suicidarse creyendo de verdad que el mundo estaba abocado a su fin. ¿No la convierte esta situación en terrorífica? Orson Wells tuvo que pedir disculpas públicamente tras su famosa dramatización. La Guerra de los Mundos fue la primera obra que nos habló de una invasión alienígena a gran escala. Una raza extraterrestre nos declaraba la guerra y esto nos abrió un mundo de posibilidades nuevas para la ciencia ficción o, más bien, para terror y ciencia ficción unidos.
      Las invasiones alienígenas también fueron las favoritas para el cine. Todo lo que provenía del espacio era terrorífico. La película de The Blob, esa especie de chicle gigante que devora todo lo que encuentra a su paso, fue uno de los primeros intentos de Hollywood de meternos el miedo en el cuerpo. La masa informe llegaba a la tierra en el interior de un meteorito y, una vez suelta, nada podía detenerla. Con el tiempo este terror se fue refinando y nos terminamos encontrando con algunos clásicos como Alien Depredador, donde los seres humanos pasamos a ser meras presas para unos cazadores increíblemente avanzados. El miedo a la invasión, a la caza, sigue siendo el mismo, solo cambia su forma. La forma en la que el terror se va instalando en el interior de la ciencia ficción.
    La guerra fría fue especialmente dura en los Estados Unidos. En su libro Danza Macabra, Stephen King cuenta como un buen día, en el cine, uno de los acomodadores entró y les dijo que los rusos habían enviado un hombre al espacio. La reacción de los niños, los jóvenes y los mayores fue echarse a llorar. Así era la sociedad WASP (White Anglosaxon Protestant) de la época. En los años 50 el miedo a un desastre nuclear flotaba sobre la población americana. En esa época la literatura y el cine se quedan encasillados en ese lugar extraño que forman terror y ciencia ficción. Se la llama la época dorada de la ciencia ficción. Y realmente lo fue, cualquier película de ciencia ficción de los años 50 es una verdadera obra de arte. El miedo y la ciencia ficción se unían en el cine, como ya lo habían hecho en la literatura, tomando un camino que ya no abandonarían jamás.
    El miedo a lo desconocido es la base de ese género doble de terror y ciencia ficción. Es por eso que las invasiones alienígenas, ya sean mediante un ataque calculado como en La guerra de los mundos o mediante «cosas» sin forma que aterrizan en la Tierra, como en The Blob, forman la base de este cruce de géneros. Siguiendo con el cine, en los años 80 el terror que venía del espacio tomó una nueva forma, o mejor dicho, perdió su forma y aprendió a mimetizarse entre nosotros. ¿Cómo distingues al monstruo cuando éste tiene tu misma cara? Películas como La Cosa de John Carpenter nos mostraban a un alienígena sin forma definida, una forma de vida perfecta capaz de copiar y mimetizarse entre nosotros. Ese miedo rara vez nos abandona, pues susurra a lo más hondo de nuestro ser. El monstruo ya no es fácil de identificar, no lleva máscara, no es una hormiga gigante. Es como tú y como yo, anda como nosotros, habla como nosotros y, a veces, incluso siente como nosotros. Species, sin ir más lejos, toca esa misma cuerda desde un punto de visto distinto.
     De la misma forma que Shelley nos advirtió de los peligros del hombre creando a otro hombre por su propia mano, en Prometheus nos encontramos con el mismo dilema aunque con una vuelta más de tuerca. ¿Qué pasa cuando somos nosotros los monstruos y nuestros creadores han decidido que están hartos de nosotros? Esa es la base de Prometheus, y no es tan distinta de cualquier narración cósmica de estilo lovecraftiano, donde el hombre no tiene ningún papel en el universo, no es más que un peón, una mota de polvo. Nosotros como raza no somos nada frente a los tremendos poderes que pueblan ese cosmos infinito.
  ¿Tiene poder el creador para destruir su creación? ¿Hemos sido creados por una raza superior que nos observa? En ese caso, ¿qué deben pensar de nosotros? Todas estas preguntas, disparan directas al corazón de toda fe humana. Esa es la base de toda religión, de toda creencia. Y al día de hoy sigue funcionando como miedo.


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