Las crónicas en la literatura argentina
Desde el comienzo de la colonización se escribieron crónicas y relaciones que deben ser consideradas como antecedentes de la literatura nacional, especialmente La Argentina, una crónica rimada de Martín del Barco Centenera, y la obra en prosa de Ruy Díaz de Guzmán, también llamada La Argentina.
Alonso Carrió de la Vandera:
El lazarillo de los ciegos caminantes.
En 1775 o 1776, se publica en Lima un libro singular, que se destaca sobre casi todas las relaciones de viajes de la época: El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Ayres hasta Lima, con sus itinerarios según la más puntual observación con algunas noticias útiles a los Nuevos Comerciantes que tratan en Mulas; y otras históricas.
La rareza de esta obra, cuando se publicó por primera vez, es que fue de circulación clandestina. Se comenzó a estudiar a principios del siglo XX, después de que en 1908 la rescató la Junta de Historia y Numismática Americana, con una edición preparada por Martiniano Leguizamón. Su autor, Alonso Carrió de la Vandera, a quien hasta entonces se tenía sólo como el protagonista del libro, fue conocido recién en 1959, después de una investigación del hispanista francés Marcel Bataillon.
Carrió de la Vandera fue nombrado en 1771 visitador de la ruta entre Buenos Aires y Lima, con la doble misión de inspeccionar las postas radicadas entre ambos puntos del continente y reorganizar y mejorar el sistema postal de correos. Viajó de Montevideo a Buenos Aires, de allí a Córdoba, luego a Salta, a Potosí, a Cuzco y fianalmente a Lima: 946 leguas recorridas en diecinueve meses.
El lazarillo de los ciegos caminantes es la suma de todas las observaciones que de la Vandera fue anotando sobre la geografía, la economía, las costumbres y la sociedad de la América española. La descripción de paisajes y el relato de costumbres de Buenos Aires, la campaña bonaerense y las ciudades de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Salta, las instrucciones acerca del modo de amansar mulas, así como la descripción de los “gauderios”, unos “mozos nacidos en Montevideo” que, mal vestidos, cubiertos con uno o dos ponchos, “se hacen de una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean, y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores”, en quienes no es difícil reconocer una primera imagen intencionada del gaucho, desarrollados en los primeros siete capítulos del libro, le dan al volumen cierto lugar de privilegio en el registro de la conformación del sedimento cultural rioplatense.
Pero El lazarillo de los ciegos caminantes responde al propósito de refutar las críticas a las conquistas y a las colonias españolas originalmente formuladas por Bartolomé de las Casas y del Inca Garcilaso. Y ese evidente propósito es el que impide considerar a Carrió de la Vandera, pese a los temas tratados en su relación, como un autor protoargentino. Al contrario, el punto de vista español, fuertemente colonialista, convierte la obra en una singular proclama antiamericana y antiindia, más vinculada a algunos textos del pasado imperialista, como el de Díaz de Guzmán, que a los primeros textos libertarios que empezarán a escribirse y a publicarse muy pocos años después y en los que estará, ahora sí, el capítulo cero de la literatura argentina.
El lenguaje literario es más castizo que el de los escritores argentinos de la última etapa virreinal (1776-1810), tal como podemos encontrarlo, por ejemplo, en los periódicos de la época o en escritos de Belgrano y de Moreno anteriores a la Revolución. Por su contenido, El lazarillo resulta especialmente valioso y significativo como testimonio de viajero y observador sagaz, pocas veces superficial, con frecuencia argumentado, pero en el que, muy curiosamente, la referencia a la vida cultural en nuestro país es poco menos que nula, como si el viajero no hubiese encontrado nada estimable en ese plano, algún individuo culto que mereciera recordarse por este atributo.
Por entonces, la corte limeña se vanagloriaba de la existencia de personalidades cultas y se permitían menospreciar a la intelectualidad rioplatense, pero mientras por ese lado puede acusarse a su obra de ese curioso vacío, por otro, abre anchas perspectivas sobre los usos, las costumbres y las artesanías.
Si gustan darle una mirada a esta crónica, comparto con uds. este pdf
(es extenso, pero si pueden, ojéenlo en cuanto tengan tiempo, es sólo a título de acercárselo para cuando gusten saber sobre cómo se vivía en nuestra Argentina durante el siglo XVIII).
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
PRIETO, Martín, Breve historia de la literatura argentina, Buenos Aires, Taurus, 2006.
AA. VV., La literatura virreinal, Buenos Aires, CEAL, 1979.
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